Nuevo golpe a las tramas de estafas telefónicas que acumulan miles de víctimas. La Policía Nacional ha detenido a 73 personas como presuntos integrantes de una red que realizaba de forma masiva la llamada extorsión del sicario ―también conocida como sextorsión― y la estafa del hijo en apuros. Entre los detenidos como uno de los presuntos cabecillas está Ismael Bousnina Obando, alias Salva, que acumula siete detenciones similares por hechos similares en los últimos años. En la llamada Operación Prota, desarrollada el pasado 11 de febrero, se ha localizado en un chalé de Benissa (Alicante, 12.300 habitantes) un call center desde el que la red enviaba miles de mensajes a teléfonos móviles al azar a potenciales víctimas, a algunas de cuales les llamaban posteriormente para reclamarles el pago de diversas cantidades de dinero, que iban de unos pocos cientos a miles de euros.La policía estima que el número de víctimas superan las 2.000 ―aunque solo 86 han presentado denuncia hasta ahora― y que podrían haber obtenido más de 2 millones de euros de beneficios con estas extorsiones. En el momento del arresto se les intervino 250.000 euros en efectivo y criptomonedas, además de bloqueárseles varios inmuebles y una veintena de vehículos, entre ellos seis automóviles de alta gama. La trama utilizaba una empresa de recogida de fruta y varias peluquerías, todas ellas situadas en Madrid, para blanquear el dinero obtenido, según ha detallado este miércoles la Policía Nacional en una nota.La investigación que ha desembocado en la detención de los extorsionadores se inició en marzo del año pasado cuando una persona acudió a una comisaría de Madrid para denunciar que había tenido que una persona le había llamado para obligarle a transferir 6.000 euros a varias cuentas bancarias. En su relato, la víctima detallo que había intentado contactar con una chica a través de páginas de citas por Internet y que poco después comenzó a recibir amenazas de un hombre que decía ser el encargado de estas mujeres.Las pesquisas revelaron que había más denuncias similares en Madrid y que detrás de ellas podía estar un grupo criminal especializado en realizar este tipo de extorsiones de manera masiva. Para ello, insertaban anuncios en los que se ofrecían servicios sexuales en páginas de contactos. En estos utilizan imágenes que obtenían en internet junto mensajes sugerentes como “dulce universitaria que te hará vivir experiencias únicas” junto a un teléfono para atraer a las potenciales víctimas. Cuando estas llamaba, nadie contestaba, pero la red se quedaban con el número de la víctima, con la que poco después contactaban para extorsionarle.Una vez acumulaban una gran cantidad de números, los cabecillas de la trama comenzaban las llamadas utilizando para ello tarjetas de telefonía de prepago que habían obtenido de manera fraudulenta en, al menos, seis locutorios de Valencia para no facilitar datos. Todo ello lo hacían desde el call center que tenían montado en el chalé de Benisa. Uno de los agentes que ha intervenido en el operativo ha detallado que en un solo fin de semana llegaron a hacer 450 de estas llamadas. “De ellas, 26 víctimas cayeron en la extorsión, aunque solo una ha denunciado al final”, añade este policía.El procedimiento era muy similar en todos los casos, Los ahora detenidos indagaban en los detalles personales que estas personas ―como el lugar de residencia, el de trabajo o que si tenían pareja― para luego llamarles por teléfono e exigirles el pago de una cantidad de dinero con el argumento de que habían concertado una cita a través de la web con una de las chicas y que no habían acudido, provocándoles un supuesto perjuicio económico. Si no entregaban la cantidad de dinero, amenazaban con difundir en sus entornos que eran usuarios de servicios de prostitución. Si ello no era suficiente, la trama no dudaba en pasar a las amenazas de muerte para coaccionarles. Para ello, se presentaban como integrantes de un supuesto grupo mafioso de algún país del antiguo bloque de Este ―decían llamarse Mijail e imitaban el acento de los nacionales de estos países― y les enviaban vídeos en las que aparecían personas torturadas o de individuos enmascarados empuñando armas de fuego o machetes de gran tamaño para intimidarlos.Cuando la víctima aceptaba pagar, la red les indicaban que hicieran una transferencia a una cuenta bancaria abierta a nombre de lo que en la jerga policial se conoce como mulas, personas que, a cambio de una pequeña comisión económica, dejan que se usen su nombre para contratar productos financieros. Con ellos los cabecillas lograban impedir que se pudiera seguir el rastro del dinero hasta ellos. Se trataba en la mayoría de los casos de personas reclutadas en la calle, mucho de ellos drogodependientes, aunque también amigos, a los que pagaban entre 50 y 300 euros.Para todo ello, la organización estaba fuertemente jerarquizada. Al frente de la misma estaba presuntamente Bousnina, quien supuestamente había adiestrado al resto de la organización en esta modalidad delictiva “como si fuera una franquicia”, destacan fuentes cercanas a la investigación. Salva ya tenía condenas por hechos similares ―tenía requisitorias de un juzgado para cumplir una pena― y acumula siete arrestos anteriores, cinco de ellos de la Policía Nacional y dos más de la Guardia Civil. Él es considerado el presunto cabecilla de la trama desmantelada en 2020 en la llamada la Operación Lubido-Hezurra, catalogada en aquel momento como la mayor red de sextorsión del país, que entonces se estimó que pudo haber alcanzado las 4.000 víctimas.Junto a él, en la cúspide de la trama se encontraba un segundo individuo. La madre de este último figuraba como propietaria de la empresa de recogida de fruta utilizada para el blanqueo, mientras que la abuela se encargaba de recoger el dinero para no levantar sospechas. Por debajo había diversos escalones. Uno de ellos se encargaba de imitar la voz de un sicario de un país del Este, mientras otros se encargaban de captar a las mulas con las que abrir las cuentas y algunos eran los encargados de retirar rápidamente de estos depósitos el dinero pagado por las víctimas a través de los cajeros y entregárselo a los cabecillas.

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