Donald Trump se mostró al mundo el 2 de abril como el libertador de la economía de Estados Unidos, como una suerte de profeta capaz de guiar a su pueblo a una nueva prosperidad, la que traerá una tabla de aranceles que aplicar a las importaciones llegadas de todo el mundo. Defendió que el resto de países ha estado estafando a Estados Unidos en sus relaciones comerciales en las últimas décadas hasta causar un déficit comercial histórico, pero en sus mensajes ha obviado la otra cara de la relación económica de EE UU con el mundo: la de la venta al planeta entero de sus servicios -con los gigantes tecnológicos al frente- y la de la afluencia masiva de inversión a su economía, que ha contribuido al liderazgo bursátil de Wall Street y a la financiación del crecimiento gracias a las compras de deuda soberana estadounidense. Con su declaración de guerra comercial al mundo, Trump amenaza con una recesión y también está poniendo en riesgo la estabilidad financiera del país, el estatus del dólar como divisa refugio y la confianza de los inversores en su deuda soberana, obviando la elevada cuantía de bonos de EE UU en manos extranjeras. China, su gran rival económico y única potencia económica que ha desafiado abiertamente el órdago comercial de Trump, posee 760.000 millones de dólares, 690.000 millones de euros, de deuda estadounidense, un arma financiera de gran poder destructor y que refleja la enorme interconexión global de la economía actual.El mercado de bonos ya mostró este miércoles el arriesgado camino que ha decidido recorrer Trump con sus políticas económicas. El anuncio de los aranceles el 2 de abril provocó entre los inversores la estampida en la Bolsa y la búsqueda de refugio en los bonos estadounidenses pero, mientras las Bolsas aún siguen cayendo, el mercado de bonos se ha dio la vuelta y las rentabilidades subieron con fuerza en la sesión del miércoles. Solo cuando la sangría de la Bolsa también se ha trasladado a los bonos y amenazado el coste de financiación de EE UU ha reaccionado Trump y cedido a la presión del mercado con el anuncio de una tregua parcial de 90 en la aplicación de los aranceles, de la que excluye a China.Si Trump aspiraba a abaratar el coste de financiación de EE UU, la jugada resulta ser peligrosa ya que los aranceles son un elemento inflacionista que puede complicar las rebajas de tipos. Además, la venta de bonos está sirviendo a los fondos más especulativos y apalancados, los hedge funds, para obtener liquidez con la que cubrir otras posiciones ante la sangría de pérdidas. En paralelo, sobrevuela en el mercado el temor a que China venda en represalia bonos estadounidenses y persiste la inquietud por el elevado déficit fiscal de EE UU y el apretado calendario de vencimientos de deuda para este año. Todo un cóctel que no invita a la relajación de las rentabilidades de los bonos. “Es posible que el interés último no sea sino reducir el coste de la deuda estadounidense que, ciertamente, es muy elevado y en vías de subir, dado el importante déficit fiscal de. En todo caso, se trataría de una estrategia extraordinariamente peligrosa”, explica Pedro del Pozo, director de inversiones financieras de Mutualidad.La onda expansiva de los aranceles de Trump no solo ha destruido valor bursátil con una intensidad sin precedentes, sino que está calando en todos los estratos del mercado financiero, empezando por la depreciación del dólar y siguiendo por el alza de rentabilidad de los bonos, síntoma de cómo los inversores están cuestionando el excepcionalismo de EE UU como destino de inversión. “Los inversores deben prepararse para el fin de la Pax Americana, vigente desde 1945, y para una debilidad más persistente del dólar”, advierten desde la gestora de fondos Muzinich & Co, dirigida por Justin Muzinich, que fue subsecretario del Tesoro durante el mandato Trump 1.0. “Lo que la Administración estadounidense parece haber pasado por alto son las entradas globales de capital que han estado en movimiento desde la década de 1980, cuando los mercados mundiales de capital se abrieron por completo. A finales de 2024, la posición neta de inversión internacional de EE UU era de 26,2 billones de dólares. Esta dinámica ha proporcionado a Estados Unidos acceso a financiación barata, ha impulsado su liderazgo en innovación mundial, ha mantenido su superioridad militar y le ha permitido establecer estándares mundiales”, explican desde la firma.Prueba de esa llegada de inversión internacional a Estados Unidos es la tenencia de deuda soberana del país en manos extranjeras. Según explican desde el Real Instituto Elcano, el peso de los inversores internacionales en la deuda pública de EE UU ha ido aumentando en las últimas décadas hasta alcanzar un máximo en el segundo trimestre de 2020, con más del 35% del PIB, coincidiendo con el peor momento de la pandemia. A principios de 2024, según datos del Federal Reserve Bank of St. Louis, los inversores internacionales tenían deuda pública estadounidense equivalente al 29% del PIB y aunque su tenencia no es mayoritaria (las tenencias por parte de entidades domésticas incluida la Fed superan el 70% del total) son importantes. En especial, las de Japón y China, los dos principales tenedores extranjeros de deuda estadounidense, con entorno al 14% y al 9,5% del total en manos de inversores internacionales.China, diana indiscutible de los aranceles de Trump, posee alrededor de 760.000 millones de dólares (690.000 millones de euros) en bonos de EE UU, frente a los 1,1 billones de dólares de Japón. Pekín ha reducido con fuerza su tenencia de deuda estadounidense desde los casi 1,2 billones de dólares de 2017, dentro de un proceso de diversificación de reservas común a los bancos centrales de otros países, y en el mercado se teme que pueda acelerar las ventas como represalia, elevando así el coste de financiación para EE UU. Enrique Feás, investigador principal del Real Instituto Elcano, descarta el riesgo de ventas masivas de bonos de EE UU por parte de China, una oleada que en el peor de los casos podría ser adquirida por la Fed. “Esas ventas van en contra de los intereses de China. Si se deshace de forma masiva de bonos estadounidenses, provocaría más pérdida de valor del dólar y la apreciación del yuan, lo que haría aun más complicadas sus exportaciones. Y lo que China ahora necesita es exportar”, explica.“Trump lo que busca son ingresos, cree que el resto del mundo le debe vasallaje”, añade Feás, que insiste también en desmentir la idea de que un dólar fuerte haya sido el causante del elevado déficit comercial de EE UU. “El tipo de cambio es una parte del flujo comercial, pero no es determinante. Lo relevante es el saldo total por cuenta corriente, que incluye bienes de consumo y servicios. Y EE UU tiene superávit en servicios con todo el mundo porque se ha especializado en ello y es muy competitivo, no así en bienes de consumo”. Alexis Bienvenu, gestor de fondos de La Financière de l’Échiquier (LFDE), añade en ese sentido que la fórmula utilizada por Washington para calcular los aranceles no solo carece de valor económico, sino que también soslaya casi la mitad de la economía de los intercambios. “Únicamente incorpora los intercambios de bienes y no los de servicios, mientras que en este terreno los estadounidenses generalmente son excedentarios. Si los europeos, deficitarios en este ámbito, aplicaran la fórmula de Trump a los intercambios de servicios, deberían gravar fuertemente los ingresos generados por empresas como Google, Visa o Disney”, asegura.

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