El caso de Kilmar Ábrego García, el migrante salvadoreño deportado por Estados Unidos a El Salvador a pesar de que una orden judicial prohibía su expulsión, es tan solo un botón de muestra de los horizontes que está dispuesta a alcanzar la política antimigratoria del Gobierno de Donald Trump y, a la par, el ofrecimiento del Gobierno de Nayib Bukele para que su Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT), y otras cárceles, reciban a presuntos delincuentes o a migrantes deportados desde el país norteamericano, incluso sin que a estos se les haya comprobado algún delito.Óscar Martínez, jefe de redacción de El Faro, medio salvadoreño que cubre temas de migración y violencia en Centroamérica, explica en la primera parte del pódcast el “uso macabro” de estos centros de reclusión. El Salvador con Bukele se ha convertido en “una gran prisión”, pues uno de cada 57 salvadoreños están presos. El 9% de los hombres de entre 25 y 29 años de edad están encarcelados. El estado de excepción en el país centroamericano ya ha durado tres años y los cuestionamientos al presidente salvadoreño por violaciones a los Derechos Humanos no han cesado. “Desde que Trump llegó al poder, Bukele ha sido su aliado, entregado absolutamente en Centroamérica”, apunta Martínez. Bukele le ha ofrecido a Trump incluso construir más cárceles.En la segunda parte de este pódcast, Warkentin conversa con el periodista mexicano Alejandro Domínguez, quien ha visitado el polémico CECOT de Bukele. Domínguez pasó una noche en dicho centro de reclusión para encontrarse con escenas “estremecedoras” e historias “desgarradoras” de decenas de jóvenes que han visto truncada su vida, varios de ellos que pertenecieron a las pandillas y ahora no solo se les fincan tales delitos sino también el de terrorismo, lo que los condena a pasar su vida entera ahí dentro.

¿El Salvador se está convirtiendo en la nueva cárcel del mundo?
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