Llegaron, como suelen llegar, por una llamada anónima. Una vez en el lugar no fue difícil encontrarlos: aquí una pierna que sobresale de un montón de polvo, allá una mano sin cuerpo. Así, “semienterrados”, dirá María Isabel Cruz, sin casi tener que usar la pala, aparecieron nueve. Muertos sin tumba ni nombre, abandonados en el ejido Mezquitillo, a una hora de la morgue a cielo abierto en que la guerra ha convertido Culiacán. A poco que rascaron la tierra desenterraron a dos más. Algunos eran ya puro hueso, otros todavía estaban frescos. El lugar, “un panteón clandestino”, era un tiradero desde hace años. Una mañana de martes en Sinaloa: seis fosas, 11 cadáveres y la esperanza de encontrar más jirones de vidas en esos agujeros.Lo difícil fue llegar. El colectivo Sabuesos Guerreras A.C. pasó una semana tras la pista de las fosas del Mezquitillo, un nombre bien puesto para ese paraje polvoriento en el que solo brotan los mezquites. “Ya la habían reportado a las autoridades, pero ya sabes, las autoridades nunca encuentran nada y la ciudadanía pues recurre a uno. Una llamada anónima nos marcó desde hace una semana y no habíamos ido por seguridad”, se resigna Cruz, que busca el rastro de su hijo Reyes Yosimar García en la tierra removida de Culiacán. Si tardaron es porque, si acudían, nadie les garantizaba regresar. Este martes consiguieron el blindaje del Ejército, la policía y la Comisión Estatal de Búsqueda. No esperaban encontrar lo que encontraron. “No teníamos la magnitud de la fosa, solo nos dijeron que había un cuerpo enterrado, y ya van 11”.A 850 kilómetros, rumbo al sur, seis fosas más rellenas de restos humanos aparecieron en Colima el lunes. La Fiscalía del Estado aún no sabe a cuántas personas ha encontrado: los cuerpos estaban tan desmembrados que solo el ADN podrá arrojar un número. Más o menos a la misma altura de Culiacán, pero en la orilla opuesta del Mar de Cortés, otras siete fosas vieron la luz: cinco este domingo, dos el anterior. Aún faltan tres por procesar y ya han exhumado cinco cadáveres en las afueras de La Paz, Baja California Sur, cuenta Iris Manríquez (42 años), fundadora del colectivo Búsqueda x La Paz. Los números engordan si se añaden fechas recientes. El 13 de abril, en Tijuana se encontró una fosa junto a un altar de la Santa Muerte, días antes en los alrededores de Hermosillo, a finales de marzo en Tabasco, ese mismo mes en Tamaulipas, o los 72 cadáveres repartidos en 38 fosas en Chihuahua en enero. Muestras locales de un horror nacional.Colectivos de búsqueda en Baja California, el 28 de abril de 2023. Adolfo Vladimi (Cuartoscuro)Manríquez cuenta una historia sobre Baja California Sur con una melodía similar a la de Cruz en Culiacán. Las buscadoras de La Paz sabían desde hace años, por pistas anónimas, que las cunetas de la carretera de San Juan de la Costa escondían desaparecidos. Llegaron a ir escoltadas por las autoridades, que las dirigían a zonas de la autopista donde nunca aparecía nada. “Si nosotros decíamos lado izquierdo, ellos decían lado derecho. Ahora con nuestra propia investigación nos fuimos kilómetro por kilómetro, por llamadas anónimas que ya nos habían llegado”. En septiembre del año pasado, en el kilómetro cuatro, dieron con los primeros huesos: 17 personas, 12 fosas distintas. Llevaban enterrados ahí desde 2016.Unos meses después, este febrero, desenterraron 22 cuerpos en el kilómetro 10. Los habían dejado allí en 2018. Los que encontraron este domingo, en un kilómetro que prefieren no revelar hasta procesar toda la zona, fueron abandonados en 2019: 44 esqueletos exhumados en ocho meses solo en un tramo de carretera. Antes de eso hubo más. En julio de 2024, 13 cadáveres en 10 fosas en Cabo San Lucas. En mayo, 18 cadáveres en 14 fosas en La Paz. Y, si Manríquez hace memoria, recordará cuando en 2021 dieron con tres crematorios caseros en San José del Cabo, rodeados por 28 restos humanos. “Desgraciadamente, nunca vamos a saber cuántas personas fueron cremadas en esos hornos. En un rancho donde estaban al lado se encontró sangre, libretas, muchas prendas de muchas personas”. Ese mismo año, al norte de La Paz, hallaron otros 24 muertos en tumbas sin nombre, esta vez sin piras humanas. “Ahí puras fosas nada más”.La lista se prolonga con los años, tanto en Baja California Sur como en el resto del país, pero hace tiempo que el Gobierno cedió en sus intentos de registrar los hallazgos, o, por lo menos, de difundirlos públicamente. La Fiscalía General de la República (FGR) debería contar con un recuento actualizado de fosas con datos agrupados de distintas instituciones y los colectivos de búsqueda, pero si existe no se conoce. El último esfuerzo del Estado al respecto es un mapa que publicó la Secretaría de Gobernación en 2023 y contabilizaba 5.698 fosas clandestinas. En ese momento, hace dos años, aquel atlas cartografiaba ya un país agujerado por los cuatro puntos cardinales. Y desde entonces los panteones clandestinos, como los llama María Isabel Cruz, no han dejado de exhumarse.De Teuchitlán a MéxicoMéxico ha devuelto la mirada hacia las fosas y los hornos clandestinos a raíz del caso Teuchitlán, el hallazgo en un municipio de Jalisco de un rancho en el que el Cartel Jalisco Nueva Generación torturó, asesinó y presuntamente desapareció a un número todavía desconocido de personas. Como lamentaba Manríquez sobre los crematorios de San José del Cabo, seguramente nunca conoceremos la magnitud de lo que pasó entre esos cuatro muros. “Nosotros ya lo vivimos hace cuatro años acá, por eso les creemos [a las víctimas de Teuchitlán]y el Gobierno nunca alzó la voz”, denuncia la buscadora de La Paz.Después de años sin que las autoridades las escucharan, las buscadoras de La Paz consiguieron por fin apoyo de su Gobierno, que las acompañaran en las búsquedas y no tuvieran que adentrarse en territorios de los carteles por su cuenta, básicamente, “pero ha sido un trabajo arduo, de llorar, de gritar, de patalear, de decirles que sean más humanos, que nos ayuden más”. “Fue un trabajo de aventarles en las redes sociales, decir que no hacían su trabajo, estar exigiendo y exigiendo que nos apoyaran, y al ver ellos que localizamos dieron su brazo a torcer: ‘En vez de que se haga polémica política, les ayudamos’. Ellos se van, nosotros nos quedamos con nuestro dolor, a mí me han tocado tres Gobiernos diferentes y uno se queda en la lucha, haciendo todo para encontrar a nuestras familias”.Personal de la fiscalía estatal en Teuchitlán, Jalisco, el 20 de marzo de 2025. Hector GuerreroManríquez decidió fundar el colectivo después de que una noche de 2016 su hermana Elvira Yolanda fuera secuestrada por un grupo de hombres armados y encapuchados, que se la llevaron en una camioneta blanca a solo un par de cuadras de su casa, cuando volvía de jugar en un casino. Primero, acudió a la Fiscalía y confió en que harían su trabajo. Regresó a los tres días de poner la denuncia para descubrir que el comandante que la había atendido estaba de vacaciones y nadie se ocupaba de su caso. Tuvo que volver a levantar acta. “Dijimos basta. La empezamos a buscar cuando nos dimos cuenta de que las autoridades no hacían nada por más que dimos señas. Las mismas autoridades nos amenazaban que no la buscáramos”.Fundó el colectivo y nueve años después ya son alrededor de 150 familias las que, desde las filas de Búsqueda x La Paz, persiguen el rastro que dejaron sus seres queridos por todo el Estado. Decenas, quizá cientos de huesos humanos encontrados después: “Al principio cuando se daban localizaciones sí te da mucha tristeza, no estás especializada en ver este tipo de cosas tan horrendas. Te vas volviendo más dura, pero no en el sentido de que dejes de sentir, sino que das gracias a Dios por localizar a estas personas, y decirle a las familias que las encontramos, y te abrazan, te besan, te llenan de amor, de cariño, te quita todo ese pesar que a veces mira uno en una fosa. A veces mira uno cosas muy feas en una fosa, que ni siquiera se lo mencionamos a las familias porque no tiene caso. No nos gusta encontrarlos de esa forma, pero sabemos que regresamos paz”.

México y el horror interminable de las fosas clandestinas: “Nos dijeron que había un cuerpo enterrado y van 11”
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